jueves, 11 de septiembre de 2008

PARAGUAY BAJO EL SIGNO DE LA LIBERACION

No sé si se puede hablar del Paraguay sin antes pedir, humildemente, disculpas por el etnocidio que las tropas de la Triple Alianza (Brasil, Argentina, Uruguay) perpetraron durante los cinco años de guerra. Hubo un brutal genocidio en el que perecieron en batalla o pasados al filo de la espada más del 90% de los hombres adultos, entre ellos muchos niños. Es una deuda ética que todavía tenemos que reparar.
En todo caso, importa mirar hacia delante. Después de 60 años de dominio del Partido Colorado, finalmente irrumpió una figura de alta calidad ética y política, en la persona de Fernando Lugo. Fue sacerdote de la Congregación del Verbo Divino y obispo de San Pedro, una diócesis con muchos pobres. Tiene un excelente currículo académico, estudió ciencias de la religión y sociología con especialización en doctrina social de la Iglesia en la Universidad Gregoriana de Roma. Fue profesor de teología y miembro del selecto grupo de asesores del Consejo Episcopal Latinoamericano.
Lo que marcó su vida fueron los cinco años que trabajó en Ecuador con comunidades indígenas bajo la inspiración del obispo de Riobamba, Leonidas Proaño, famoso por su pastoral indigenista de cuño claramente liberador, pues se proponía gestar una Iglesia de rostro indígena en su forma de rezar, de pensar y de vivir la fe. De regreso a Paraguay, y nombrado obispo, se insertó profundamente en los medios pobres y en la cultura guaraní (habla con fluidez el guaraní). Esta práctica pastoral le hizo entender el acierto de las intuiciones y del método de la Teología de Liberación que había aprendido con el obispo Proaño: partir del universo de los pobres, darles vez y voz, asumir sus causas, participar de sus dificultades y alegrías, colaborando para que sean sujetos de su liberación, constructores de otro tipo de sociedad y de otro modelo de Iglesia, fundado en redes de comunidades de base.
Insertado en los medios populares, sintió en la piel la urgencia de cambios políticos para su país. No habiendo líderes significativos capaces de romper la «dictadura» del Partido Colorado y de combatir la corrupción instalada en todas las instancias del poder, entendió que él podría prestar ese servicio a su pueblo. «Liturgia», en el sentido antiguo de la Iglesia, más que un conjunto de ritos y celebraciones era entendida como servicio al pueblo en el sentido del bien común. Esa «liturgia» fue asumida por el obispo Lugo. Coordinó la formación de la «Alianza Patriótica para el cambio», apoyada por el Partido Radical Auténtico y por un abanico de partidos más pequeños que lo llevaron a la presidencia del país.
Inicialmente el Vaticano se opuso a su decisión, llegando hasta suspenderlo «a divinis» (prohibición de ejercer el ministerio), pero una vez elegido triunfó la sensatez y aceptó su pedido de volver al estado laico. La expresión canónica «reducción al estado laico» es una expresión desafortunada por el simple hecho de que ese es el estado de Jesús, como dice la epístola a los Hebreos, pues es sabido que Jesús no es de la tribu de Leví, de sacerdotes, sino de la de David, que es de laicos, reyes y poetas. Por lo tanto, fue promovido al estado laico, al de Jesús. Quiere ejercer el poder dando centralidad a los pobres y al pueblo guaraní. Ha dejado claro que no quiere hacer de la política su destino de vida sino solamente un paso de servicio.
Es un hombre que sabe escuchar y abrazar lo que viene de abajo, fruto de la experiencia de muchas generaciones. Es un honor para la Iglesia y para la propia Teología de la Liberación ofrecer un cuadro de esta densidad política y ética para servir a un pueblo que tanto ha sufrido históricamente y que merece un destino mejor, integrado en las nuevas democracias del Continente.

Leonardo Boff
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La asunción de Fernando Lugo, resurrección de la “otra Iglesia”, estima Eduardo Galeano



La llegada al poder del nuevo presidente de Paraguay, el ex obispo católico Fernando Lugo, significa la “resurrección de la otra Iglesia” que no le gusta al Vaticano, dijo este jueves en Asunción el escritor uruguayo Eduardo Galeano.
La presidencia de Lugo significa “la resurrección de la otra Iglesia que reaparece, por más que al Vaticano no le guste demasiado”, añadió. “Al Vaticano le encanta la política cuando no desafía el orden” establecido, criticó.
Galeano fue invitado a la investidura presidencial de Lugo este viernes. “Llego para compartir la alegría de este país por la nueva era que se abre con Lugo”, dijo el autor de Las venas abiertas de América Latina.
Apeló a la solidaridad de los países vecinos para que el gobierno de Lugo pueda obtener éxitos en sus prioridades de combate a la pobreza y la corrupción en este país de 6 millones de habitantes y 40 por ciento de pobres.
“Se abre la posibilidad de que los países latinoamericanos, sobre todo los de la región del Mercosur (que además de Paraguay integran Argentina, Brasil y Uruguay, con Venezuela en proceso de adhesión), demuestren su solidaridad”, dijo Galeano. “Tengo la esperanza de que Argentina y Brasil van a revisar los acuerdos (de las represas hidroeléctricas) de Yaciretá e Itaipú”, agregó.
Lugo ha pedido la revisión de esos contratos para ganar más con la venta de la energía y la reducción de sus deudas.
Simpatizante de la teología de la liberación surgida en América Latina en los años 70 por una Iglesia al lado de los pobres, que no tiene las simpatías del Vaticano, Lugo ejerció el sacerdocio durante más de tres décadas, hasta que en diciembre de 2006, cuando era obispo, pidió una dispensa para dedicarse a la política.
El Vaticano primero lo suspendió a divinis, pero en julio el papa Benedicto XVI le otorgó dispensa de su estado episcopal al laico.
Lugo ganó las elecciones al frente de una coalición izquierdista que desplazó al conservador Partido Colorado, en el poder desde hace 61 años, incluidos 35 de la dictadura de Alfredo Stroessner.
Hoy, en uno de los eventos paralelos al traspaso de la presidencia de la república, Eduardo Galeano leyó su último libro, Espejo, en un gran teatro de Asunción que se llenó a rebosar.

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